lunes, 31 de diciembre de 2012

La imagen del año (Edward Hopper como metáfora contemporánea)



El año 2012 termina transmitiendo sensaciones poco tranquilizadoras, dando paso a un nuevo periodo sin que nadie se atreva a señalar mejoras, cambios positivos o esperanzas. Las imágenes que nos pueden ayudar a resumir el espíritu de 2012 que la prensa nos ha ido mostrando durante los últimos doce meses son en su mayoría poco edificantes o directamente descorazonadoras.

A la hora de elegir una imagen que sintetice las sensaciones del año que termina dentro de unas horas me he decidido por uno de los cuadros emblemáticos de la exposición que sobre el pintor Edward Hopper ha presentado el Museo Thyssen y que ha sido considerada por la crítica especializada como la mejor del año 2012 en España.

Hopper es un pintor que invita a quien observa un cuadro suyo a ser un 'voyeur' de la condición humana.En su caso se ha señalado como más adecuada la referencia al 'flanèur', término que Charles Baudelaire relacionaba con un observador anónimo que se difumina entre la multitud de una urbe, lo que le permite fijarse en los pequeños detalles, constatar y poner en evidencia la representación del aislamiento, es decir, la perdida de las identidad individual dentro de la masa urbana. El anonimato que pretende el 'flanèur' se consigue gracias a la multitud con la que se confunde, lo que le permite observar la realidad sin ocultarse.

Esta característica en la concepción visual de Hopper nos invita a observar personajes absortos, sorprendidos en su intimidad, a los cuales vinculamos con una historia que el cuadro sitúa en el espacio y el tiempo. Su luz es habitualmente realista, directa, poco efectista y sus concepciones visuales nos remiten al cine (por ejemplo de Wim Wenders) y a la literatura (por ejemplo de Raymond Carver).

El cuadro elegido, un lienzo de gran formato, lleva por título 'Habitación de hotel' y nos muestra una anónima habitación de un modesto hotel donde una joven está sentada al borde de la cama. Se ha quitado el sombrero, el vestido y los zapatos. Josephine Nivinson, Jo, la mujer del artista, anotó en su diario que posó para esta pintura en el estudio de Washington Square (Nueva York) y en el cuaderno de notas del pintor se describe el cuadro junto a un boceto realizado por el artista. Con la introspección propia de las figuras femeninas de los cuadros de Hopper, esta protagonista anónima lee un papel amarillento, que según sabemos por las exhaustivas notas de Jo, se trata de un horario de trenes.

Esta imagen nos propone sin duda una potente y evocadora metáfora de la soledad contemporanea; una soledad anímica, individualizada, que un año como el que hoy termina nos la ha hecho sentir en primera persona.

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